El viento recorre la
ciudad, colándose por rendijas insospechadas, una noche cerrada cubre todas las
calles y callejuelas de la urbe. El bullicio que queda es el de algún borracho
tropezando con las aceras y farolas aún encendidas.
Media luna ilumina las
zonas oscuras, dos sombras se mueven con pasos armonizados por una música que
sale del móvil de una de ellas. Acordeones y pianos rememoran el cansancio de
sus cuerpos, pues una noche de baile entre sombras es más que gustoso y agotador.
Gea, una de las sombras
con forma de mujer, piernas largas y sinuosas, pecho grande, bien colocado,
sutilmente a la vista de todos, sin llegar a ser obsceno o demasiado
provocador, el vestido verde aguamarina que lleva se encarga de ello. Ahora
descalza por la acera, con las sandalias de tacón en mano, notando el frío
asfalto en la planta de sus pies, acompasando su piel, ésa que Humo, la segunda
sombra, esta vez masculina, se encarga de erizar por sus hombros descubiertos.
Humo, una figura alta y
musculada, blanquecino, de rasgos animales, juega con los hombros de la mujer
con sus dedos fuertes y gruesos mientras que con la otra mano agarra la cadera
de la mujer, igualando los pasos que dan, yendo al unísono mientras la armonía
de la música les acompaña.
Pese a que ambos quieren
llegar, se encuentran disfrutando de un paseo nocturno hacía el cobijo que
ofrece la casa de Humo, un pequeño y acogedor cuchitril, en pleno centro de la
ciudad.
Sus pasos se ven
agilizados ante el inconveniente de quedarse sin tabaco y sin bebida.
Veinte minutos después,
con las farolas ya apagadas y el cielo empezando a clarear llegan a la guarida
de la segunda sombra, a la cueva de Humo.
Se sienten a salvo, con
tabaco y vino blanco, desnudan sus cuerpos y se dejan caer en la cama para
reír, conversar y dejar que el tiempo les consuma.
El reloj de pared, que no
cesa de marcar horas, suena cuando tocan las ocho de la mañana, dos horas han
pasado de calma y sosiego, dos horas de serenidad y quietud.
Aire cargado con una
bóveda de humo que cubre plenamente toda la estancia.
Aire espeso y tóxico,
ojos irritados, rojizos, gargantas resecas y dos cuerpos relajados.
Una cama grande, deshecha,
un desierto por el cual danzar con o sin compañía.
La mano de Humo recorre
el cuerpo de Gea, con lentitud y alevosía, recorre uno a uno cada pliegue del
cuerpo de aquella mujer desnuda, ella, por su parte, juega con su escroto aún
sin reaccionar a los impulsos primarios.
Mirando fijamente a Humo,
con una sonrisa picara y malvada, susurra con un débil hilo de voz:
-Quiero que me folles como si no existiese un mañana, hazme tuya, sin miedo ni corazón-
El cuerpo del hombre
reacciona involuntariamente, la erección se hace visible, palpable, sus ojos se
abren cual búho en la noche, agarrando del cuello a Gea, coloca su cuerpo de
lado, dedos agiles que bajan al abismo recubierto de poco vello. Nota como la
humedad de la zona impregna su mano, vuelve pegajosos sus gruesos dedos y sin
miramiento alguno, apretando mas fuerte el cuello de la mujer, introduce dos de
ellos, índice y anular, Gea intenta gemir, pero la mano que oprime su garganta
se lo impide, agarra el escroto del hombre y comienza a moverlo con sosiego.
La mano de Humo se mueve
con rapidez, metiendo los dedos hasta el final, notando aquel abismo más húmedo
y viscoso que antes, notando las convulsiones que crea el cuerpo de Gea
mientras se corre en su mano. Se incorpora y agarrando de su tobillo la gira
para colocar su hermoso y encarnado culo boca arriba, lame su cuello y espalda,
recorre sus costillas, sus cicatrices, marcas de guerra y sigue bajando hasta
sus nalgas, ahora prietas, el cuerpo de ella se balancea en una agónica espera.
La lengua de Humo alcanza
el acantilado de la mujer, lame con ansia aquel destino y recorre con avidez la
unión de ambos lugares, embute su lengua en el primer abismo, húmedo y
expectante, mientras que el dedo corazón se introduce lentamente en la segunda
y ya dilatada entrada, Gea gime de placer, ansía ser follada, mientras nota los
dedos de Humo dentro de su cuerpo.
Poniéndose encima de Gea,
hace que esta expire todo el aire que sus pulmones guardaban, llevando uno de
sus brazos hacia la espalda y agarrando su pelo con la otra se introduce visceralmente
en el cuerpo de la mujer, no le cuesta entrar, aquello es un paisaje marino,
húmedo y salado.
Comienza perezosamente,
metida tras metida con una lentitud desesperante para Gea.
-¿Quieres que te folle
bien verdad?, Pídemelo, ruégamelo.
-Por favor, haz que gima
como una perra, fóllame ya.
-¿Deseas correrte una y
otra vez verdad?
-Sí.
Sin llegar a terminar el
Sí de Gea, aferrándose al pelo de la
mujer, haciendo palanca con el brazo de la misma, se introduce con fuerza y
rabia en ella.
-Gime como solo tú sabes
hacerlo – Exige Humo mientras embiste el cuerpo de Gea, suelta el pelo y con
ágil rapidez le da una cachetada que enrojece su tez blanquecina.
-¡Gime!
El cuerpo de la mujer se
contorsiona cual octópodo a cada arremetida, nota como su entrepierna húmeda
cubre el sexo del hombre que ahora la posee, gime, gime alto y ronco, su
mente expulsa endorfinas y adrenalina a partes iguales. Otra bofetada en sus
nalgas, cada vez más rojizas.
Gea destierra el elixir
de su cuerpo excitado, humedeciéndolo todo más si cabe.
Humo sale de ella, siente
como el sexo de la mujer lo expulsa entre contracciones de placer, sonríe y
eleva el cuerpo de la mujer a la posición original del perro, otra cachetada,
sonora y picante.
Agarra sus caderas y
arremete contra ella, el grito que produce la mujer inunda la estancia e
incluso parece que hace que la bóveda del cuarto se disipe por momentos.
El dolor y el placer se
entremezclan en cada entrada del hombre, entra y sale con brusquedad, el sudor de su frente
cae indiscriminadamente sobre el cuerpo enrojecido de la mujer, se queda dentro
de ella, prensando su cuerpo contra el suyo, sin salir, sin moverse,
simplemente se queda dentro de ella, apretando todo su sexo contra el de la mujer.
Sale con rapidez y la
gira, dejando sus pechos nacarados a la vista, glorificando sus pezones duros,
la lengua de Humo los recorre con gula, uno de sus pecados preferidos, alza sus
piernas para apoyarlas en su pecho, lame sus pies, sus gemelos, dejando que
ella se confíe, se relaje, se calme, basta notar que su cuerpo está en reposo
para meterse de nuevo dentro de ella, gime de placer, de dolor, de éxtasis, un
sin fin de sensaciones cubre el cuerpo de ambos.
Gea con sus brazos tras las piernas haciendo palanca para que su culo quede más alzado, suda y disfruta mientras es presa de la dominancia que Humo ejerce sobre ella. Contorsión digna de un oleaje en luna llena.
Nuevamente la mujer expulsa éxtasis de su abismo marino, mojándolo todo, empapándole a él.
Humo baja sus piernas, se
coloca de cuclillas sobre ella y hace que esta introduzca su pene erecto y
salado en la boca.
Engulle rápidamente,
juega con su capullo inflamado, mientras roza con su mano derecha los
testículos y perineo del hombre, con la otra toca su sexo.
Agarra su cabeza y
comienza a follarse su boca de manera literal, haciendo que salive, que se
atragante incluso que tenga arcadas por cada arremetida en su garganta.
-No me quiero correr en
tu boca, quiero hacerlo dentro de ti, no quiero que te corras más veces, quiero
que lo hagas una última vez conmigo, ¿Entendido?.
Gea no habla, sólo
asiente con la cabeza, mira con ojos aviesos los de Humo y sonríe, limpiándose
la baba que escurre por su barbilla.
-Quiero entrar dentro de
ti, hasta el final, todo entero, quiero fundirme contigo Gea.
Gea asiente de nuevo
mientras sigue sonriendo y relame sus labios.
Ubica a la mujer de lado, muerde sus nalgas y
se coloca junto a ella, escupe en su mano y lo pasa por su pene erecto y
endurecido por la excitación.
Sólo unos Segundos de
quietud y arremete contra ella, se introduce de tal forma que Gea siente la
plenitud hecha realidad.
Ritmo veloz, ambos
cuerpos se convulsionan, gimen, gritan, sudan.
-Córrete por y para mí.
Embestida tras embestida
ambos llegan al clímax mutuo y conjunto. Ambos recorren los placeres de la
lujuria, el siguiente pecado preferido por ambos.
El elixir de Humo recorre
el sexo de Gea y viceversa, ambos sudados, húmedos, extasiados por tal delicia,
por tal goce, aún gimen y mantienen los espasmos propios del orgasmo.
Humo sale lentamente de
ella, siente como ambos abismos se han hecho uno, y el sexo de Gea expulsa la
espuma espesa del mar.
Respiraciones agitadas,
bóveda espesa en lo alto, placer en el aire y dos cigarros que se encienden
para vanagloriar la consumación de tal delicia.
Aire espeso, tóxico, ojos
irritados, piel enrojecida, ventanas empañadas por las exhalaciones antepuestas,
gargantas resecas y de nuevo, dos
cuerpos relajados.