La Astenolagnia hace referencia al
comportamiento sexual en el que la excitación erótica, la facilitación y el
logro del orgasmo son relativos o dependientes a la humillación y la debilidad
propia o de la pareja.
Como opinión personal siempre, considero
que esta parafilia se basa nuevamente en la dominación o en el ser dominado.
En demostrar el poder que se tiene sobre
la otra persona o descubrir el que la otra tiene sobre ti.
En los juegos de cama no existe regla
alguna, simplemente existe una máxima, disfruta y haz que el(los) otro(s)
disfrute(n).
Dicho esto, comencemos a imaginar y
sentir entre las líneas que a continuación vienen, pues nada más libre y jugoso
que la propia imaginación.
Tenía treinta y algunos y ya había disfrutado
de casi todo en lo que a temas de la noche se refería, pese a que aún guardaba
una pequeña espina, no se había encontrado con nadie para satisfacer tal
curiosidad propia.
Una noche cualquiera, un Miércoles por
ejemplo, estaba tomando unas cervezas con unos compañeros de trabajo y apareció
Ella, una joven con un cuello perfecto, hombros al descubierto y un pequeño
vestido que dejaba a la imaginación jugar a su antojo, pues se marcaba toda su
figura, fina, curvilínea, pequeña y manejable, tacones negros que hacía que su
cadera se moviese cual serpiente.
Hubo un contacto rápido de miradas y un
juego de las mismas que duraría más de media noche.
Ella tenía algo en sus ojos, lujuria,
perversión, algo le incitaba a querer poseerla.
Al acabar la noche y Él no atreverse a
decir nada, ellas pagó su cuenta, se despidió de la gente que allí se quedaba y
salió por la puerta.
“Ve tras ella” Se dijo a sí mismo. Y así
hizo. Siguió aquella sinuosa figura.
Ella sabía que él la seguía, jugaba con
Él. Paró un taxi y se montó, dejando la puerta abierta, esperando que el
hiciese lo propio y subiese. Así hizo, no hablaron, Ella dio la dirección al
taxista y este se puso en marcha.
La pequeña mano de la joven, se poso con
delicadeza en su entrepierna, Él, noto el frío y a la vez calidez de la misma.
Notaba como subían y bajaban sus dedos,
como jugaban con su ya abultado sexo.
Fue a presentarse, que menos, pensaba Él.
Ella hizo un gesto y puso un dedo en sus labios, no quería que hablase.
Le beso, con fuerza, introduciendo su
lengua, llenado su boca, jugando con ÉL.
Notaba las palpitaciones aceleradas tanto
en pecho como en su sexo cada vez más grande.
El taxista paró y Ella pagó la carrera.
Un gran portón de madera les daba la bienvenida.
Subieron las escaleras hasta el tercer
piso, entre caricias, besos y trompicones.
Entraron y una cálida luz amarilla lo
inundo todo. Fueron directamente al cuarto sin tiempo siquiera de averiguar si
había o no alguien. Daba igual.
Al entrar en el cuarto, la cara de la joven
cambió, se volvió oscura, penetrante, visceral.
Pese a que Él sacaba más de dos cuerpos a
la mujer, esta pudo empujarle a la cama y subirse encima suya.
-Vas a hacer
lo que yo diga, cuando yo diga y como yo diga, ¿Lo entiendes?
Él no pudo negarse, no podía dejar de
tocar sus curvas, su cadera, observar esos ojos que le poseían.
- Te he hecho una pregunta,
contesta. ¿Lo entiendes? Le dio una bofetada.
- Sí, lo entiendo.
No le enfado, ni si quiera le molesto, al
contrario, le excito aún más, que aquella mujer le abofetease para que
contestase a su pregunta.
Su abultado sexo explotaba en los
pantalones, se sentía prisionero de ellos, quería poseerla, pero prefería ver
en qué acababa ese juego.
Ella se bajó de Él y se tumbó en la cama
apoyada en sus brazos.
- Desnúdate, quiero que te
desnudes para mí.
En un principio, Él se quedó quieto, no
sabía bien cómo reaccionar, pero hizo caso. Se incorporó y empezó a desnudarse.
Primero la camiseta, dejando su torso al
desnudo, más tarde el cinturón el cual agarro ella y se lo colgó en su perfecto
cuello.
- Déjate los calzones, aún no
vas a follar.
- De acuerdo.
Se quitó los pantalones dejando solo los
boxer color negro. No entendía bien porqué pero esa situación le excitaba
demasiado.
Ella se levantó dando un pequeño salto y
puso el cinturón ahora en su cuello.
- Vas a ser mi perro esta noche y como tal vas a hacer lo
que yo te diga.
- ¿Qué?
- No te he hecho ninguna
pregunta! Ahora ponte de rodillas.
Él hizo caso y se puso de rodillas a la
altura de los pechos de ella. Esta se sentó en el
borde de la cama, alzando una de las piernas hincó con saña en uno de sus pectorales el tacón, notando el gesto de dolor de Él, lo hincó más fuerte.
- Quiero que me los quites y lamas mis pies como el perro que eres.
borde de la cama, alzando una de las piernas hincó con saña en uno de sus pectorales el tacón, notando el gesto de dolor de Él, lo hincó más fuerte.
- Quiero que me los quites y lamas mis pies como el perro que eres.
Desabrochó la hebilla de su tacón negro y un pequeño pie se poso ahora delicadamente en el pecho herido, le quitó el otro.
Él empezó a lamer lentamente su pie, sus
dedos, se estaba excitando más, notaba el dolor en sus testículos, el palpitar
de la magulladura del pecho.
Pero Él se había cansado de ese juego e
iba a follarse a aquella pequeña arpía como merecía. Y ahora era su mirada la
que cambiaba, su gesto era agresivo y no pasivo como el que tenía antes.
Al tener sus pies en su poder agarró sus
tobillos y la arrastro hacia él. Subiéndose encima suya agarró sus muñecas con
fuerza y comenzó a comer su cuello.
Con la otra mano remango el vestido y
apartó el tanga, no quería impedimentos, estaba demasiado excitado y aquella
puta ya le había ridiculizado lo suficiente.
Introdujo dedo índice y corazón con saña,
estaba húmeda, lo cual hizo fácil que entrasen hasta dentro, Ella gimió.
- ¿Y quién es ahora la perra eh? Contesta, ¿Quién es la perra que ahora gime?
La preguntó mientras agarraba su boca con fuerza y echaba a un lado su cara con fuerza.
Ella no hablaba solo gemía, pues los
dedos de Él se introducían en su interior, con fiereza, sin ninguna delicadeza,
con saña y no tenía oportunidad de contestar, solo de sentir lo que en su
cuerpo se producía.
Liquido blanquecino cubrió la mano del
Hombre a la par que un gemido placentero llenaba los pulmones de la mujer.
Rompió su tanga, quería penetrarla. Se sacó su miembro viril, ancho, duro y palpitante
y en un giro de brazo puso a la Mujer boca abajo.
- Ponte a cuatro patas Perra.
Esta no hizo caso y agarrándola del pelo grito a la par que la daba una cachetada en las nalgas.
- ¡He dicho que a cuatro patas Perra!
Y la colocó Él, Subiendo el vestido, dejando su trasero al aire, redondo, perfecto jugoso.
Agarro su glande y lo introdujo en Ella,
haciendo que la espalda de la Mujer se curvase de tal magnitud de miembro.
Agarró su cintura y empezó a danzar
rítmicamente en su núcleo.
Su pene se abría paso, dilatando cada vez
más a la mujer, desgarrando su interior, Ella gemía y Él daba cachetadas en sus
nalgas ya rojas.
-¡Ahora qué! ¡Eh! Gime perra, gime. Llámame Amo, ¡Si, mi Amo!!
Él no quería cambiar de postura, quería que fuese su perra y el su amo.
Agarro el cinturón y rodeo su cuello.
- Esta es ahora tú correa perrita, sigue gimiendo.
En el cuerpo de ella, se mezclaba el dolor, el placer y la rabia de estar en desventaja.
Tiro del cinturón hacia él, haciendo la
penetración más profunda, un espasmo recorrió el cuerpo de la Mujer, sus
gemidos lo inundaban todo.
Pronto Él llegaría al climax total y se
sentiría pleno.
Siguió a un ritmo desorbitado, su glande
iba a explotar, agarro los pechos de la Mujer apretándolos con fuerza sintió
como sus pezones se ponían duros, a Ella le gustaba aquella situación.
Masajeó sus senos con ansias, mientras
seguía embistiéndola. No aguantaría mucho más.
Salió de ella, dejando el vacío tras su
pene y la tumbo boca arriba, quería ver su cara, quería ver la cara de placer
de aquella pequeña perra mientras el se corría.
Puso sus piernas en sus hombros e
introdujo lentamente su grueso glande en ella.
El placer inundó su fisonomía.
- ¿Eres mi perra verdad? Dijo en un tono sucio y visceral.
- Sí mi Amo
Esa frase creó en él un placer nunca conocido, tenía el poder y Ella era su perra.
Empezó a embestirla ávidamente, con
fiereza, lujuria incluso enfado.
Quería correrse en su interior, notar la
calidez de ambos fluidos mezclarse.
Así bien, el climax de ambos se produjo.
Su hidromiel se esparció por sus adentros y escurría por su glande en las ahora
lentas embestidas.
Ambos cuerpos sudaban. Él se acercó y
pegó un lametón irónico en los labios de
la Mujer que aún luchaba por recuperar el aliento.
Quedaron tumbados, exhaustos. Ambos
perros callejeros, quedaron a merced de la noche y su sueño.
Hasta la próxima parafilia queridos.
Excitante. Visceral. Sudoroso. Se me ha puesto aún más dura que con los otros. Buen ritmo, muy vívido, muy real, y los diálogos ayudan a ello. Cómo me gustaría ser tu perro callejero y que me recogieras de la calle para jugar conmigo y domesticarme...y vicerversa, para ponerte la correa. Aunque creo que en tu caso, querida Acid, además de muy buena ladradora, eres mordedora.
ResponderEliminarCree bien querido. Me alegra saber que le ha gustado y que por ende, se ha excitado con esta parafilia. Cálidos besos.
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