jueves, 11 de julio de 2013

Astenolagnia.


La Astenolagnia hace referencia al comportamiento sexual en el que la excitación erótica, la facilitación y el logro del orgasmo son relativos o dependientes a la humillación y la debilidad propia o de la pareja.
Como opinión personal siempre, considero que esta parafilia se basa nuevamente en la dominación o en el ser dominado.
En demostrar el poder que se tiene sobre la otra persona o descubrir el que la otra tiene sobre ti.
En los juegos de cama no existe regla alguna, simplemente existe una máxima, disfruta y haz que el(los) otro(s) disfrute(n).

Dicho esto, comencemos a imaginar y sentir entre las líneas que a continuación vienen, pues nada más libre y jugoso que la propia imaginación.

Tenía treinta y algunos y ya había disfrutado de casi todo en lo que a temas de la noche se refería, pese a que aún guardaba una pequeña espina, no se había encontrado con nadie para satisfacer tal curiosidad propia.
Una noche cualquiera, un Miércoles por ejemplo, estaba tomando unas cervezas con unos compañeros de trabajo y apareció Ella, una joven con un cuello perfecto, hombros al descubierto y un pequeño vestido que dejaba a la imaginación jugar a su antojo, pues se marcaba toda su figura, fina, curvilínea, pequeña y manejable, tacones negros que hacía que su cadera se moviese cual serpiente. 
Hubo un contacto rápido de miradas y un juego de las mismas que duraría más de media noche.
Ella tenía algo en sus ojos, lujuria, perversión, algo le incitaba a querer poseerla.
Al acabar la noche y Él no atreverse a decir nada, ellas pagó su cuenta, se despidió de la gente que allí se quedaba y salió por la puerta.
“Ve tras ella” Se dijo a sí mismo. Y así hizo. Siguió aquella sinuosa figura.
Ella sabía que él la seguía, jugaba con Él. Paró un taxi y se montó, dejando la puerta abierta, esperando que el hiciese lo propio y subiese. Así hizo, no hablaron, Ella dio la dirección al taxista y este se puso en marcha.
La pequeña mano de la joven, se poso con delicadeza en su entrepierna, Él, noto el frío y a la vez calidez de la misma. Notaba como subían y bajaban  sus dedos, como jugaban con su ya abultado sexo.
Fue a presentarse, que menos, pensaba Él. Ella hizo un gesto y puso un dedo en sus labios, no quería que hablase.
Le beso, con fuerza, introduciendo su lengua, llenado su boca, jugando con ÉL.
Notaba las palpitaciones aceleradas tanto en pecho como en su sexo cada vez más grande.
El taxista paró y Ella pagó la carrera. Un gran portón de madera les daba la bienvenida.
Subieron las escaleras hasta el tercer piso, entre caricias, besos y trompicones.
Entraron y una cálida luz amarilla lo inundo todo. Fueron directamente al cuarto sin tiempo siquiera de averiguar si había o no alguien. Daba igual.
Al entrar en el cuarto, la cara de la joven cambió, se volvió oscura, penetrante, visceral.
Pese a que Él sacaba más de dos cuerpos a la mujer, esta pudo empujarle a la cama y subirse encima suya.
-Vas a hacer lo que yo diga, cuando yo diga y como yo diga, ¿Lo entiendes?
Él no pudo negarse, no podía dejar de tocar sus curvas, su cadera, observar esos ojos que le poseían.
           -  Te he hecho una pregunta, contesta. ¿Lo entiendes? Le dio una bofetada.
                  - Sí, lo entiendo.
No le enfado, ni si quiera le molesto, al contrario, le excito aún más, que aquella mujer le abofetease para que contestase a su pregunta.
Su abultado sexo explotaba en los pantalones, se sentía prisionero de ellos, quería poseerla, pero prefería ver en qué acababa ese juego.
Ella se bajó de Él y se tumbó en la cama apoyada en sus brazos.
         - Desnúdate, quiero que te desnudes para mí.

En un principio, Él se quedó quieto, no sabía bien cómo reaccionar, pero hizo caso. Se incorporó y empezó a desnudarse.
Primero la camiseta, dejando su torso al desnudo, más tarde el cinturón el cual agarro ella y se lo colgó en su perfecto cuello.
        -  Déjate los calzones, aún no vas a follar.
       -    De acuerdo.
Se quitó los pantalones dejando solo los boxer color negro. No entendía bien porqué pero esa situación le excitaba demasiado.
Ella se levantó dando un pequeño salto y puso el cinturón ahora en su cuello.

       -   Vas a ser mi  perro esta noche y como tal vas a hacer lo que yo te diga.
       -  ¿Qué?
       -   No te he hecho ninguna pregunta! Ahora ponte de rodillas.

Él hizo caso y se puso de rodillas a la altura de los pechos de ella. Esta se sentó en el 
borde de la cama, alzando una de las piernas hincó con saña en uno de sus pectorales el tacón, notando el gesto de dolor de Él, lo hincó más fuerte.

      -    Quiero que me los quites y lamas mis pies como el perro que eres.

Desabrochó la hebilla de su tacón negro y un pequeño pie se poso ahora delicadamente en el pecho herido, le quitó el otro.
Él empezó a lamer lentamente su pie, sus dedos, se estaba excitando más, notaba el dolor en sus testículos, el palpitar de la magulladura del pecho.
Pero Él se había cansado de ese juego e iba a follarse a aquella pequeña arpía como merecía. Y ahora era su mirada la que cambiaba, su gesto era agresivo y no pasivo como el que tenía antes.
Al tener sus pies en su poder agarró sus tobillos y la arrastro hacia él. Subiéndose encima suya agarró sus muñecas con fuerza y comenzó a comer su cuello.
Con la otra mano remango el vestido y apartó el tanga, no quería impedimentos, estaba demasiado excitado y aquella puta ya le había ridiculizado lo suficiente.
Introdujo dedo índice y corazón con saña, estaba húmeda, lo cual hizo fácil que entrasen hasta dentro, Ella gimió.

     -    ¿Y quién es ahora la perra eh? Contesta, ¿Quién es la perra que ahora gime?

La preguntó mientras agarraba su boca con fuerza y echaba a un lado su cara con fuerza.
Ella no hablaba solo gemía, pues los dedos de Él se introducían en su interior, con fiereza, sin ninguna delicadeza, con saña y no tenía oportunidad de contestar, solo de sentir lo que en su cuerpo se producía.
Liquido blanquecino cubrió la mano del Hombre a la par que un gemido placentero llenaba los pulmones de la mujer.

Rompió su tanga, quería penetrarla.  Se sacó su miembro viril, ancho, duro y palpitante y en un giro de brazo puso a la Mujer boca abajo.

    -     Ponte a cuatro patas Perra.

Esta no hizo caso y agarrándola del pelo grito a la par que la daba una cachetada en las nalgas.

    -    ¡He dicho que a cuatro patas Perra!

Y la colocó Él, Subiendo el vestido, dejando su trasero al aire, redondo, perfecto jugoso.
Agarro su glande y lo introdujo en Ella, haciendo que la espalda de la Mujer se curvase de tal magnitud de miembro.
Agarró su cintura y empezó a danzar rítmicamente en su núcleo.
Su pene se abría paso, dilatando cada vez más a la mujer, desgarrando su interior, Ella gemía y Él daba cachetadas en sus nalgas ya rojas.

       -¡Ahora qué! ¡Eh! Gime perra, gime. Llámame Amo, ¡Si, mi Amo!!

 Él no quería cambiar de postura, quería que fuese su perra y el su amo.
Agarro el cinturón y rodeo su cuello.

       -  Esta es ahora tú correa perrita, sigue gimiendo.

En el cuerpo de ella, se mezclaba el dolor, el placer y la rabia de estar en desventaja.
Tiro del cinturón hacia él, haciendo la penetración más profunda, un espasmo recorrió el cuerpo de la Mujer, sus gemidos lo inundaban todo.
Pronto Él llegaría al climax total y se sentiría pleno.
Siguió a un ritmo desorbitado, su glande iba a explotar, agarro los pechos de la Mujer apretándolos con fuerza sintió como sus pezones se ponían duros, a Ella le gustaba aquella situación.
Masajeó sus senos con ansias, mientras seguía embistiéndola. No aguantaría mucho más.
Salió de ella, dejando el vacío tras su pene y la tumbo boca arriba, quería ver su cara, quería ver la cara de placer de aquella pequeña perra mientras el se corría.
Puso sus piernas en sus hombros e introdujo lentamente su grueso glande en ella.
El placer inundó su fisonomía.
   
     - ¿Eres mi perra verdad? Dijo en un tono sucio y visceral.
       -   Sí mi Amo

Esa frase creó en él un placer nunca conocido, tenía el poder y Ella era su  perra.
Empezó a embestirla ávidamente, con fiereza, lujuria incluso enfado.
Quería correrse en su interior, notar la calidez de ambos fluidos mezclarse.
Así bien, el climax de ambos se produjo. Su hidromiel se esparció por sus adentros y escurría por su glande en las ahora lentas embestidas.
Ambos cuerpos sudaban. Él se acercó y pegó un lametón irónico en los labios  de la Mujer que aún luchaba por recuperar el aliento.
Quedaron tumbados, exhaustos. Ambos perros callejeros, quedaron a merced de la noche y su sueño.


                        Hasta la próxima parafilia queridos. 

2 comentarios:

  1. Excitante. Visceral. Sudoroso. Se me ha puesto aún más dura que con los otros. Buen ritmo, muy vívido, muy real, y los diálogos ayudan a ello. Cómo me gustaría ser tu perro callejero y que me recogieras de la calle para jugar conmigo y domesticarme...y vicerversa, para ponerte la correa. Aunque creo que en tu caso, querida Acid, además de muy buena ladradora, eres mordedora.

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    1. Cree bien querido. Me alegra saber que le ha gustado y que por ende, se ha excitado con esta parafilia. Cálidos besos.

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