Ligofilia; (del griego λύγη "crepúsculo" y φιλία "amistad") es el tecnicismo que se utiliza
para designar el deseo de estar en lugares oscuros o lúgubres.
Normalmente, la ligofilia es más bien una preferencia y no
una “enfermedad”. A las personas ligofilicas les atraen los lugares oscuros y
suelen viajar de noche. El término se usa típicamente en el satanismo o en
cultura gótica.
La ligofilia se usa comúnmente para la meditación profunda
pese a su corta duración. Muchos
pacientes alérgicos a la luz han desarrollado este gusto por los lugares
oscuros y sus prácticas sexuales en ellos.
Fuente: Wikipedia.
Ahora bien, ¿Qué nos puede atraer de un sitio oscuro,
lúgubre o en penumbra?
Aparte de la excitación que suscita el
propio lugar en sí, el ver poco o nada hace que el resto de nuestros sentidos
se agudicen, nuestro tacto siente los objetos, el cuerpo propio y el del otro
diferente, el gusto por lo besado o lamido es diferente, incluso el olfato se
intensifica, diferenciando los olores del cuerpo ajeno.
Todo esto crea un climax más que favorable para la
excitación del cuerpo y la mente, para el descubrimiento y para el placer.
Servidora, también adora esta práctica, pues me encanta
agudizar algunos sentidos y entorpecer otros.
Una vez más, pongamos nuestra mente en situación, dejemos
divagar los sentidos entre estas líneas.
El reloj de muñeca de la joven marcaba las tres y cuarto de
la mañana, una buena hora para salir de aquel garito, en el cual, ya no quedaba
demasiado por ver, miró lascivamente, con perversión a uno de sus amigos, con
el cual ya había tenido algún que otro affaire, este no necesito más señales,
ambos recogieron sus cosas y salieron juntos.
Fuera comenzaba a llover, el cielo se tornaba purpureo, se
notaba electricidad en el ambiente, empezaron a callejear pues no se querían
mojar, buscaban algún sitio donde resguardarse, sin darse cuenta se vieron en
un callejón, oscuro, húmedo, sucio sin ninguna visibilidad.
Esperaron unos minutos, parados, inmóviles. Agudizando el
oído, aclimatando la vista a la oscuridad del ambiente, notando el frío en su
piel.
Él, unos cuantos años mayor que la joven, se encontraba
detrás de ella, acaricio su piel mientras bajo el tejadillo que habían
encontrado en aquel callejón, veían el reflejo de la lluvia caer en unas
farolas que parecían demasiado lejanas.
Comenzó a acariciar su cuello erizado por el frio,
humedecido por las gotas que caían de su corto cabello, no veían, solo notaban
la respiración del otro, que de vez en cuando seguía el mismo patrón.
Ella se estremeció en un escalofrío, que no supo distinguir,
¿Frío o excitación? Él acercó lentamente
su lengua a la oreja y lamió haciendo que Ella, ahora si pudiese distinguir tal
escalofrío, estaba excitada y bajo su falda comenzaba a generarse la humedad
del fruto prohibido.
Noto el sexo de su amigo, duro y ardiente. Notaba su calor,
su firmeza.
La lluvia hacía eco en el callejón, el sonido del tejadillo
no conseguía interrumpir las respiraciones de aquellos dos seres.
En un giro inesperado, Él, apoyó el cuerpo de la joven en la
pared fría, separó sus piernas y su mano empezó a recorrer sus muslos ya
humedecidos por el delicado y cristalino elixir de mujer.
Lamió sus dedos e introdujo el corazón, haciendo que sus
piernas temblasen y casi cediesen ante tal sacudida, lentamente y abrazándola
generó dentro de ella un movimiento circular, con la otra mano, tocaba sus
senos, sus pezones duros por la mezcla del frío y la excitación.
Sus oídos más agudizados por la pérdida de visión escuchaban
el sonido que producía el movimiento de sus dedos ya que ahora se introducían
con mayor rapidez índice, corazón y anular, cubriéndose de cristalino y
caliente líquido, los gemidos de la joven se mezclaban con los susurros del
Hombre y con el sonido de la lluvia al caer.
Un relámpago primero, iluminó sus caras momentáneamente, la
de ella, puro placer, la de Él, pura entrega, en el continuado trueno, Ella,
llego al climax, cubriendo completamente la mano de Él. Este lamió sus dedos para
después exigirle a ella lo mismo.
Un gusto entre dulce y salado cubrió sus papilas gustativas.
Ella se puso de rodillas, notando pequeñas piedras
hincándose en estas, desabrochó y bajó el pantalón, después los calzones, mas
tarde noto el bulto de su sexo, ardiente, grande, animal, y lo introdujo en su
boca, hasta el final de su garganta, esta vez las piernas de Él si cedieron
tanto que tuvo que apoyarse en la pared para no caer rendido.
Continuó un par de veces más, hasta que Él la agarro por los
hombros y la cogió en vilo, Ella abrazó su cuerpo y noto como aquella bestia se
introducía dentro, en tal sacudida que no podía otra cosa más que gemir de puro
placer.
Por el tejadillo comenzaba a caer el agua a borbotones
mojando a aquellos dos cuerpos salvajes en
movimiento.
Él salió de ella, dejando el vació tras de sí, humedeciendo
mas sus muslos, llegando hasta sus tobillos, notaba sus piernas calientes, su
sexo palpitante, su corazón.
La puso de nuevo frente a la pared, con el culo en pompa,
pego una cachetada en sus nalgas, tan dura que resonó en el callejón oscuro, un
trueno a lo lejos y este embistió de nuevo el cuerpo de la joven.
Sacudida tras sacudida ambos gemían, ambos disfrutaban de
tal experiencia natural. La oscuridad les protegía.
Él agarro sus hombros y en una última sacudida dejo escapar
su elixir de hombre, cubriendo todo su interior de aquel liquido caliente,
mucho más que el de ella.
Las piernas de ambos cedieron, sus cuerpos vibraron, el
climax se hizo presa de ellos.
La lluvia cubría sus cuerpos, la humedad del núcleo de Ser
se unía en una danza ya finalizada.
Aquel callejón y la Oscuridad que residía en el, había sido
testigo de aquel divertimento digno de dos bestias en celo.
Volverían a repetir quizás otro día y en otra ocasión pero
de momento fumarían un cigarro y buscarían un taxi para cada uno volver a su
casa.
Regresar a la luz, enemiga natural de la Oscuridad, de su
aliada y amada Oscuridad.
Hasta la próxima oscura y sublime parafilia queridos.
La oscuridad es la aliada del deseo y del placer. Lejos de la molesta luz, que deja todo al descubierto de los demás, podemos sacar nuestro verdadero ser, el cazador o el animal. Por eso, los gatos son nocturnos. Cuando nadie nos ve, a salvo, sacamos lo peor/lo mejor de nosotros mismos. En la oscuridad, somos nostros. Como siempre, sublime, exquisito y chorreante, mi querida Acid. Espero encontrarme algún día contigo en algún callejón oscuro...y perderme en la oscura y húmeda cueva que hay entre tus piernas.
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